Planet of Lana encaja en el género de los plataformas cinematográficos, esas aventuras de desplazamiento lateral con puzles más o menos sencillos, con situaciones vistosas, con momentos de ensayo y error, con el objetivo de maravillarnos con los escenarios que recorremos. En otras palabras, sigue la estela de LIMBO e Inside, de Little Nightmares y del más reciente Somerville. Pero la ópera primera de los suecos Wishfully Studios destaca entre los muchos juegos de este estilo que se publican por, entre otras cosas, ser una experiencia preciosa, y no solo porque su estilo visual parece sacado de una película de animación de Studio Ghibli.
Un mundo rural invadido por máquinas alienígenas
Los primeros minutos son increíbles. Controlando a la muchacha que pone nombre al título, recorremos la aldea costera en la que vive mientras correteamos a un amigo, a la vez que vemos cómo las gentes de este paraje paradisíaco realizan las tareas de su día a día, y que forman una pequeña comunidad rural que vive en completa armonía con la naturaleza.
En medio de ese jugueteo con el colega, un gran estruendo. Bolas mecánicas, robots y otros entes metálicos bajan de los cielos. Acaba raptado, como el resto de sus vecinos. La aldea, tan destruida como los entornos que se ven en la profundidad del plano.
De esa manera simple, conocida, pero con ritmo fantástico y ejecución brillante, empieza una aventura en la que recorremos este misterioso planeta, similar a la Tierra, para rescatar a nuestro compañero y al resto de habitantes del pueblo, a la vez que huimos de los máquinas vigilantes que escudriñan casi cada rincón. Es una premisa sencilla rodeada de ciencia ficción, con tintes de La guerra de los mundos de Steven Spielberg, con el aprecio por lo rural y la naturaleza de las producciones de Ghibli, y con el toque enigmático de los juegos de Playdead. Todo ello sin textos y sin voces, al menos en un lenguaje que conozcamos.
Así, avanzamos por praderas, aldeas abandonadas, cavernas y otros lugares preciosos donde se mezclan los momentos de avance contemplativo, las secciones de plataformas muy sencillas con un toque Uncharted (salientes coloreados para identificar dónde podemos agarrarnos, cuerdas para trepar y balancearse, bordillos que se rompen repentinamente ), los puzles de entorno (cajas que mover, mecanismos tecnológicos y biológicos que comprender), y el sigilo.
Lana no tiene manera de defenderse de los robots, por lo que solo le queda ocultarse en la hierba alta, estudiar sus patrones de movimiento y evitar entrar en su cono de visión. Hay mucho ensayo y error, ya sea al fallar un salto en una persecución vertiginosa o al ser detectados por una de las máquinas, que acaban con nuestra vida al instante, pero las situaciones no suelen ser tan difíciles como para que haya que hacer más que un par de intentos.
Un viaje en el que se permite mascota
Y con la de nuestro compañero. La entidad jugable de Planet of Lana está en Mui, una especie de gatito que conocemos al principio y que no se separará de nuestro lado, a no ser que se lo digamos. Le podemos ordenar que se pare, que nos siga, que vaya a un sitio concreto, que corte un cable con sus dientes A veces Mui ayuda a Lana porque puede saltar más alto, tirar lianas o colarse por túneles para distraer a los enemigos, entre otras cosas. Y a veces es Lana quien ayuda a Mui, que le tiene miedo al agua, por lo que habrá que acercarle troncos y otras plataformas para cruzar los lagos y los pantanos por los que se nos hace pasar.
Con estas mecánicas se crean puzles que poco a poco se van haciendo más complejos, pero nunca muy difíciles. La mayoría son muy sencillos, aunque hay alguno bastante inteligente y que nos hace sentir como tal. Eso sí, también hay otros, muy pocos, que son un poco frustrantes, debido, casi siempre, a que mezclan el rompecabezas con el sigilo y las plataformas, exigiendo una precisión al saltar y al movernos que el control no facilita.
La mayor pega es la sensación constante de que ya hemos jugado muchas cosas como Planet of Lana, a pesar de la inclusión de Mui, de que ambos personajes obtienen poderes que añaden una capa de profundidad extra a los puzles, y a que justo cuando te empieza a parecer monótono el escenario en el que empiezas, la aventura te lleva por otros derroteros. Eso sí, ninguno tiene la personalidad y la fuerza visual de ese vibrante paisaje donde domina el verde y el azul, y esto se aplica también al propio diseño. De las cinco horas que dura la aventura, las tres primeras tienen mejor ritmo y más coherencia en las mecánicas.
Expresividad y emotividad sonora
A la vez que la propuesta jugable se va descentrando al avanzar, se va forjando la relación entre Lana y Mui, a todas luces la clave del título por cómo Wishfully ha decidido transmitirla. Como decíamos antes, aquí no hay voces en un idioma que entendamos, pero sí que hay un doblaje. Es un idioma inventado, más de onomatopeyas que de frases, que no tardamos en interpretar. O mejor dicho, idiomas, porque acabamos encontrando un significado a los gruñidos de Mui, e incluso a los ruidos cuasi musicales de los robots invasores.
También hay momentos que no necesitan lengua alguna para entender lo que está sucediendo. Conforme el gato se siente más seguro en compañía de Lana, comienza a juguetear mientras avanzamos, a hacer carantoñas, a ganar entidad. Y a la vez, Lana se encariña con él, sonríe ante las monadas de la criatura, y reacciona de manera realista en algunas situaciones de igual modo que nosotros lo haríamos con nuestra mascota. Esta relación, por cierto, se da en un mundo con un ecosistema misterioso que nos hace plantearnos preguntas, con algunas criaturas agresivas pero a las que aún así cuesta hacer daño, y con otras que parecen querer ser un equivalente a los kodamas de La princesa Mononoke o los susuwataris de Mi vecino Totoro.
Las sensaciones de calma, de asombro, de tensión y de emoción no se transmiten solo con las voces de Lana, Mui y las máquinas. La música, con algunas composiciones con letra, juegan un papel fundamental, es preciosa y está medida al milímetro: su ausencia en las cuevas, los tonos relajantes al recorrer una pradera, el cómo se ensombrece cuando vamos a encontrarnos a un robot, la épica al hacer un descubrimientoVenir de Tragamonedas Gratis Online. No nos sorprendió mucho al ver en los créditos que aquí ha participado Takeshi Furukawa, que conocemos de Star Wars: Clone Wars, Star Trek: Enterprise y de un juego que busca unas sensaciones similares a este: The Last Guardian.
Tanto la música como los efectos de sonido ambientales se utilizan como herramienta fundamental para hacernos sentir, casando a la perfección con un diseño de personajes y de criaturas muy simple pero muy bien animado, que casi siempre tienen un tamaño muy pequeño en los preciosos parajes que visitamos. Cada uno es una acuarela con distintas capas de profundidad que se utilizan de manera muy inteligente para dotar de vida al planeta y para ofrecer situaciones muy vistosas, con una paleta de colores brillante y fascinante, y cuya única pega, mínima, que le podemos sacar es que rara vez va más allá de sus referentes.
Conclusión
Planet of Lana es una experiencia audiovisual increíble y una historia con toques de ciencia ficción simple pero emotiva, pero también es un aventura de plataformas cinematográfica divertidísima, sobre todo en su primera mitad, donde las secciones de saltos, las persecuciones, los rompecabezas y los momentos contemplativos se suceden a buen ritmo. Es motivo de aplauso cómo hace sentir sin textos ni voces, sino con onomatopeyas de Lana, de Mui y hasta de las máquinas que acaban por convertirse en un lenguaje; y por supuesto, con una banda sonora preciosa del compositor de The Last Guardian. Es cierto que la segunda mitad es menos redonda, que hay situaciones que buscan la lágrima fácil sin encontrarla, y que no deja un poso en el jugador como sí lo hacen sus referentes, pero quien haya disfrutado de ellos lo pasará genial con este que, por cierto, está disponible desde el primer día en Game Pass.
Hemos realizado este análisis gracias a un código para Steam facilitado por Plan of Attack.